nancicomansi

MMMMhhhhhhhhhhhhhMMMMM.....

Como auténtica bulímica de tomo y lomo, tengo especial predilección por ciertos productos alimenticios listos ya para el pecado, cuando se hace acuciante el grito del gusanillo de la ansiedad, ese con fijación oral que exige ser satisfecho casi de inmediato;que un bulímico nunca se encerrará en la cocina para prepararse durante horas un "arroz a la ampurdanesa", pongamos por ejemplo. No.
Y Lo mío, de corazón, serían un queso de bola entero o una barra de turrón de chocolate de una tacada (cosa que perpetré hará muchas, muchas navidades); ya se sabe que los que padecemos esa especie de fatalidad, de desorden alimenticio al fin y al cabo, no nos regimos por la sensación natural de hambre. Lo nuestro son ganas locas de engullir zafiamente y sin cordura ni buenas maneras, aquello que más calorías contenga, a velocidad de rayo y con sabor más excitante (No, tampoco sucumbimos ante un repleto plato de acelgas o de ensalada variada, por inconmensurables que sean estos , no…).

Nosostros los bulímicos somos conducidos a la gula por oscuros motivos psicológicos; aquí no entra en juego la satisfacción natural del apetito, repito. Pero a lo que realmente iba. No es que el remedio sea mucho más aceptable que quesos y chocolate al por mayor, pero a mí me parecen un tanto más justificables (?): LOS CEREALES. Los de caja de cartón del súper, los que son contenidos por sonrientes leones con cuchara en mano, o tigres anabolizados de gimnasio, impresos felizmente en el paquete. Me vuelven loca la mayoría de ellos, pero los del gallo verde (Kellog’s, el genuino y primero) me apetecen casi siempre. Desde hace mucho.
Por eso me han llamado siempre la atención el cuidado diseño ese producto, y la legendaria retahíla de modos y maneras que ha tenido de promocionarse.
Ya vieron un pequeño recopilatorio de ejemplos, a través del tiempo y modas de lo que sería el embalaje de una de mis tentaciones fetiche...