ULISES ( 14 febrero 1994- 26 febrero 2008)
Estoy tan triste que voy a dejar el blog por unos dias. Sinceramente, no tengo ánimos para escribir.
Gracias a XNEM por el "clik" ;)
Yo quiero unoooooooooooooo....
El fotógrafo Edward weston (1886-1858) conoció a Charis Wilson cuando contaba 48 años y ella 19. A partir de entonces, y embelesados mutuamente, iniciarían un fructífero trayecto a través del arte y de la vida que habría de llegar a nuestros días en forma de legado imprescindible, maravilloso…fotos, libros, en los que cada uno, y a su manera, dejó su huella personal. Edward era claramente la parte más visible,brillante socialmente de esta "asociación-artístico-amorosa", pero a su lado,Charis no hizo más que facilitarle esa tarea e inspirarle activamente buena parte de su labor. De hecho, la beca que acabó en el libro “California and West” fue tramitada por ella, cuyo sentido práctico y extraordinaria facilidad para expresarse por escrito y en términos formales (Edward cumplía a la perfección con el “cliché” de artista Minusválido para lo prosaico) pudieron convertirlo en factible.
Charis era más que una beldad, -más que un objeto pasivo cuya plástica función consiste sólo en posar como modelo- era hermosa en un despliegue infinito de matices inteligentes, sin recovecos de vacía coquetería, con lo que superaba de largo cualquier muñeca pin-up de la época, por rutilante que fuera. Ella era enigmática y audaz, próxima y endiabladamente terrenal, Sexualmente desinhibida, desligada extrañamente de la mojigaterías paralizantes –para las mujeres, sobre todo- de la época, y tanto formó parte de multitud de fotos (los entendidos dicen las mejores y con más carga emotiva de las que realizó Weston), como acompañó al fotógrafo en sus numerosos viajes por California (1936-1937), por sus desiertos y sedientos pueblos llenos de polvo ocre y esqueltos de árboles solitarios; Además redactó, día a día, todas las anécdotas de este periplo. Pude ver unas enternecedoras imágenes de un documental, en las que se la veía en este trance, imágenes de ella escribiendo en una olivetti de mínima expresión, al atardecer y sobre el capó de un viejo Ford v8 .
También como se dejaba caer, rodar, como una piedra de gozosa carne, entre las dunas del desierto de Mojawe, incitándo así, con esa belleza tan cegadora, a que Weston la cazara entre luz y arena para enviárnosla desde su presente al nuestro, 72 años después…
Los otros COUSTEAU "The last good day of the year"