Mis sueños son últimamente un colador de terrores escolares; Mis sufrimientos oníricos tienen la forma de un aula, un instituto, una clase, y están llenos de pizarras repletas de fórmulas indescifrables, maestros estrictos de tamaño colosal respecto a mi, y el peso de unos deberes nunca acabados o mal resueltos, oscilando como un hacha sobre mi cabeza. Sluuuummm….Slummmm….
No me explico esta repetición angustiante con ese mismo telón de fondo…cuando no me pierdo por un laberinto de pasillos (bastante grises y kafkaianos, por cierto) y no llego a tiempo a un examen, no acabo las tareas asignadas en clase y soy la ultima por ello -todos mis compañeros se han marchado ya- apremian las señoritas de la limpieza para asear el aula y la profesora se desespera, tecleando impaciente una carpeta apretada en su pecho…las uñas larguiiisimas, por cierto. Y rojas.
Tampoco estoy nunca a tiempo de entregar trabajos, y me despierto empapada en sudor, dando gracias a Dios de que haya sido un sueño, pero agotada y resacosa de tizas y manchas de tinta en los dedos…
Y es curioso, ya que no tengo ningún especial mal recuerdo de esta etapa infantil, ni siquiera la tumultuosa adolescencia me dejó un rasgo amargo general (pequeños incidentes sin importancia todos tenemos…) Por ello no acabo de entender ese particular y recurrente infierno de tubos fluorescentes y libros perdidos o tareas olvidadas, de horarios de estudio sin fin ni causa alguna…
No me explico esta repetición angustiante con ese mismo telón de fondo…cuando no me pierdo por un laberinto de pasillos (bastante grises y kafkaianos, por cierto) y no llego a tiempo a un examen, no acabo las tareas asignadas en clase y soy la ultima por ello -todos mis compañeros se han marchado ya- apremian las señoritas de la limpieza para asear el aula y la profesora se desespera, tecleando impaciente una carpeta apretada en su pecho…las uñas larguiiisimas, por cierto. Y rojas.
Tampoco estoy nunca a tiempo de entregar trabajos, y me despierto empapada en sudor, dando gracias a Dios de que haya sido un sueño, pero agotada y resacosa de tizas y manchas de tinta en los dedos…
Y es curioso, ya que no tengo ningún especial mal recuerdo de esta etapa infantil, ni siquiera la tumultuosa adolescencia me dejó un rasgo amargo general (pequeños incidentes sin importancia todos tenemos…) Por ello no acabo de entender ese particular y recurrente infierno de tubos fluorescentes y libros perdidos o tareas olvidadas, de horarios de estudio sin fin ni causa alguna…