CUANDO UN HOMBRE AMA A UNA MUJER...
Ese amor envasado al vacío, impoluto, crujiente en su novedad, que no se rompe por no usarlo, siempre recién horneado, ideal y casi metafísico, que huele al primer (un segundo, tercero…no más si es matutino…) café con leche… las miguitas relamidas con delectación y arrobo frente al nuestra pareja-espejo, amor que se alimenta a su vez de los deseos más intrínsecos, que aparece y se presenta con un temblor casi infantil y se instala, sin maletas ni precauciones (él cree que para siempre…) en el recodo tapizado de gardenias donde anidan los minutos venideros, ajenos aún a la duda, ese veneno sutil e insidioso…
En BELLA DEL SEÑOR, Albert Cohen nos presenta el relato de este imposible…el romance eterno que no puede vivirse, nos cuenta, si le mostramos nuestra cara más trivial y grosera, llena de eructos y descosidos urgentes, lo vergonzantemente humano…así su “tempo” debe siempre calcularse, y siempre sortear esa rutina demoledora que convierte en polvo y cenizas el oro más rutilante del que están hechos los primeros besos…que destartala muros y corazones, rutina que muestra nuestra estética banal abrochada, sin remedio, a la capa de lo cotidiano…que a las greñas y las legañas, nuestras miserias más humanas, provoca fisuras de desgaste… ídem, ídem, ídem y más ídem....nosotros lavando platos y cambiando bombillas apagadas…los que hacemos uso de la ducha y revolvemos entre cajones, nos cortamos las uñas y aparecemos, tras el sueño, con el humor despeinado y una acidez a un paso de ser malvada…somos esos, más tiempo del deseado, casi todas las horas del día, horas luchadas con ahínco, además del que besa con aroma a embeleso primaveral…somos esos…
En la novela Cohen propone acotar, poner vallas a lo tangible y a la mecánica terca del devenir más atropellado, entorpecerla y si es posible, hacerla trizas...pero entonces, todo resulta casi de cartón-piedra, se estrangula el ritmo que lleva a más, al inevitable anhelo de vivirlo todo, aunque sea el día a día más opaco…no puede congelarse en ese estado…su uso y gasto debe producirse sin remedio…el amor es una semilla que debe eclosionar en todo su esplendor…aunque conlleve, al final, su otoño irremediable.